jueves, 16 de mayo de 2013

Apuntes a lápiz 
Por JUAN GONZALO ROSE

IZQUIERDO RÍOS EN HABLA VIVA 

El Ciro Alegría me tiene jodido con eso de….
      Sin embargo escribió nu- merosos libros; entre ellos “Días oscuros”, “Gregorillo”, “Mateo Paiva”, “El árbol blanco”, “Voyá”, “El colibrí con cola de pavo real”, “Muyuna”, “Mi aldea”, “César Vallejo y su tierra”, “Pueblo y bosque”
      Su novela “Días oscuros” mereció ser traducida al inglés y al portugués. Con “Gregorillo” obtuvo el Primer Premio en el concurso promo-vido por Juan Mejía Baca y con “ El árbol blanco” se hizo acreedor del Premio Nacional de Literatura. Su cuento “El bagrecillo”, incluído en diver-sas antologías nacionales del género, fue vestido al ruso y otras lenguas eslavas. “Mi aldea” es un poemario de sin- gular poder comunicativo.
      Merece mención especial su obra “Mateo Paiva”, el mejor retrato sociológico y social hecho en el devenir de nuestras letras sobre la figura de un maestro primario.
      Su ensayo “César Vallejo y su tierra” posee, además de variados aciertos,  el mérito de haber establecido, por vez primera, quién fue, en la vida real, la “andina y dulce Rita de junco y capulí”
      “El Ciro Alegría me tiene jodido con eso de Pancho no escribas ni publiques tanto…  un escritor debe cuidar sus fuerzas…  igual que un atleta.
      Lo unió una larga y profun- da amistad con el autor de “El mundo es ancho y ajeno”. Más aún fueron compadres. Realmente sus temperamen-tos tenían mucho en común.
      Otras de sus amistades entrañables fue el talentoso y gran charlista doctor Francis- co Valega. La noche los sor-prendía en las “Galerías Boza”, inclinados sobre el café, la cerveza y el mundo.

      El niño Francisco Izquier-do, nacido en Saposoa, un villorio perdido en nuestra inmensa selva, vivió sus primeros años absorto y poseído por el mundo fasci-nante de los juegos; a punto tal que se negaba a aprender “algo útil”. Sólo a los nueve años aceptó el sacrificio de ir a la escuela. Después tuvo que ponerse “las botas de las siete leguas” para alcanzar a los blanquitos y a los agua-runas.
      Siendo adolescente resultó subyugado por una novela “Las tierras del sin fin”, del autor Jorge Amado. Sin casi esperanzas de respuesta le escribió a la “Unión de Escri-tores Brasileños”. Con gran alegría y sorpresa suya, la respuesta tardó, pero llegó. En su misiva, Francisco Izquierdo Ríos le confesaba su admiración al gran escritor carioca y, también, con jovial timidez, le decía de sus anhelos de convertirse en escritor. Jorge Amado, cor-dialmente, lo incitó a remitirle sus creaciones primeras.
      De este modo se dio inicio a una relación amistosa epis-tolar que se prolongó al paso de las décadas. Jorge Amado – más conocido hoy en nuestro gran público por sus guiones cinematográficos ­­– influyó parcialmente para que varios trabajos literarios de Izquierdo se esparcieran con buen éxito en las tierras sin fin del Brasil.

      Aunque nuestro perso-naje, recientemente fallecido, fue un hombre y un intelec-tual con claras ideas de izquierda, la independencia de su espíritu le impidió asumir una actitud política partidaria.
      Pese a ella, por sus luchas a favor del magisterio y de los pueblos marginados de nues-tra patria –tantas veces agredidos- conoció hasta en dos oportunidades las mazmorras de las tiranías.
      Sin embargo, él no quiso hacer nunca de “esos accidentes de trabajo” materia de literatura.
      No tiene nada de extraño, por lo expuesto, que resultara clamorosamente elegido Presidente de la Asociación Nacional de Escritores y Artistas. Dos profesiones sacrificadas signaron su vida fecunda: maestro primario y escritor.

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